Entre las criaturas brotadas de los dedos divinos emerge el hombre. El es el rey de la creación. Todo está bajo su dominio. Si la creación entera es voz que proclama las grandezas del Hacedor, el hombre, hecho a imagen de Dios, es como una palabra escrita en mayúsculas.
El cuerpo del hombre es perfecto. Sus órganos también son un prodigio: los ojos, los oídos, el cerebro. Quien los fabricó fue inteligente y sabio cual ninguno.
En su espíritu el ser humano es también obra maestra. Cada persona es un anhelo y una búsqueda de verdad, de justicia, de amor y de libertad. Estos valores no son fruto del acaso, sino que reflejan las perfecciones divinas.
No siempre es fácil percibir a Dios a través de los hombres y de sus actuaciones, pues a pesar de sus cualidades, el pecado ha opacado la semejanza que el Divino alfarero estampó en nosotros. El hombre como ser caído ya no pudo ser perfecto al igual que su Creador. El pecado entró por un hombre (el pecado de Adán). Aunque el pecado no tuvo su origen en el mundo, sino en el cielo por Satanás, el padre de toda mentira y maldad. A raíz del pecado, nuestras actuaciones han mezclado, con los valores fundamentales, fuertes dosis de injusticia, rencor, mentira y opresión. Esta condición pecaminosa del hombre la podemos definir como la muerte, la muerte espiritual:
Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), (Efesios 2:1-5)
Hay quienes dicen que quedamos como drogados en espera de desintoxicarnos; parecemos piezas de metal oxidadas, necesitados de limpieza; estamos asfixiados de gases letales, como la atmósfera de ciertas ciudades de hoy.
La verdad que esta comparación es muy liviana para describir nuestra condición por el pecado en el hombre. Su condición es que el hombre estaba muerto en el pecado. A esto se le llama la muerte espiritual, pues aunque el hombre pueda respirar y caminar y hacer muchas cosas, la verdad es que está muerto en sus delitos y pecado antes de que Cristo llegue a su vida.D.Mata pastor de la Iglesia de Dios de stockton.Shalom.